Y son viejos, y son amigos, porque nos han acompañado con frecuencia en nuestras salidas de pesca, formando parte de nuestra caja “de titulares” en mil y una batallas. Proporcionándonos alegrías y algún que otro susto cuando a punto estuvimos de perderlos.
Los motivos para la retirada de la escena activa son varios. El más doloroso es la pérdida, la separación definitiva de nuestro lado. Dentro de estos, el peor de todos, cuando el señuelo se va en la boca de una preciada pieza, ante la cual no cabe si no el deseo de que perviva al doloroso trance, y vuelva si cabe más astuta y desconfiada en una próxima ocasión.
Le sigue en la escala subjetiva, la pérdida por enroque. Aquel escollo que no vimos a tiempo. Aquella roca emergente hacia la cual el viento desvió a nuestro amigo, en un lance arriesgado, por más que nos hubiésemos prometido que no lo expondríamos a más maniobras complicadas.
Un Skiter walk de rapala, separado por enroque de su dueño, para siempre.
Señuelos que en más de una ocasión a punto estuvieron de irse “for ever and ever”, cuando, ya rendidos, sabiendo que la pérdida era irremediable, nos disponíamos a “romper con todo y adios muy buenas”, tirando del trenzado con la máxima potencia…….Cuando de pronto y por sorpresa, el señuelo se liberaba en el último instante. Tal era la intensidad de nuestra amistad, el ansia por no separarnos nunca. Al final todo quedaba en un mal susto. Un “uyyyyy, por que poco….”
Ya con experiencia, mi Z cumplía las expectativas.
Pero hay otros motivos para relegarlos a la vida pasiva, a una jubilación ganada y merecida. Surge en el momento en que decidimos que ya estuvo bien, que es hora de dar oportunidades a savia nueva. Y que preferimos el “indulto”, la satisfacción de volver a verlo, aunque sea ya en la “reserva”, ayudándonos a rememorar gratos e inolvidables recuerdos.
El elevado coste actual de los mejores artificiales hace que los exprimamos a tope, que no está el horno para despilfarrar. Les reparamos los baberos, les cambiamos los triples, los imprimamos para proteger las libreas originales, incluso algunos los re-pintan para darles un “lifting” y rejuvenecerlos durante un tiempo extra.

Un año después, mi Z seguía dando alegrías. Primavera de 2.008.
Recuerdo que en mi época de pescador de truchas hice acopio de moscas triunfadoras en una pequeñita cajita. Algunas con su anzuelo abierto por una gran pieza, otras deshilachadas, mordidas, desaliñadas. Muchas aún hubieran sido eficaces, pero en aquellos años decidía retirarlas a tiempo. De vez en cuando, aún las miro. Sonrío, recordando. Nostalgia de otros tiempos…
Con los señuelos es diferente. Sé de amigos que han retirado de la vida activa señuelos que les rindieron grandes y memorables piezas. Generalmente más de una. En mi caso nunca se me había planteado.
Hasta hace unos días.
Rebuscando en varias cajas de señuelos olvidados en lo oscuro del desván, aquellos que no cumplieron las expectativas iniciales, encontré este “viejo amigo”. Un Zclaw color 003, el de cabeza naranja. No recuerdo el motivo, pero estaba en un lugar que no le correspondía.
El tiempo no pasa en balde. Rescatado del olvido, mi señuelo pide a gritos un “lifting” urgente.
- “Pero ¿qué haces tú ahí”, le dije yo, extrañado.
(Tenía los triples oxidados, ojos sustitutos de los originales, los flancos desgastados. Síntomas inequívocos que mostraban bien a las claras que era un viejo soldado.)
Surgió la duda.
-“¿y qué hago ahora contigo?”
Me lo llevé a casa. Le di una sesión intensa de “masaje”. Triples nuevos, nuevo barnizado, más brillante y más duradero. Un poco de purpurina de la cría, rotulador permanente para la línea lateral amarilla. Algo muy sencillo, pues no soy hábil en esos menesteres.
Una nueva imagen. Lo difícil viene ahora: ¿qué hago contigo?
¡Y me lo llevé al pedrero¡.
Allí estaba, en la caja de titulares. Orgulloso, a la expectativa. Con la incertidumbre de si de nuevo volvería a nadar en las amadas aguas del Cantábrico.
Y allí lo sostenía yo, con mi mano izquierda, mientras con la derecha le acercaba una grapa. Mirando de soslayo una roca emergida a cuya sombra imaginaba yo acechante, una magnífica lubina.
Conecté la grapa y dejé colgando el Z unos instantes. Un hormigueo me sacudió. Temí perderlo para siempre si algo salía mal. Abrí el “pick up” del carrete, empezando a cargar la caña, y…..
¿qué hubieseis hecho vosotros? ¿lo habriáis lanzado?
Un abrazo compañeros
Alelopiedra

Abrí el “pick up” del carrete, empezando a cargar la caña, y…..¿sería su último vuelo?
Nota: Gracias a mi amigo Miguel por ayudarme a publicar la entrada, usando su "login" y experiencia.
Alelopiedra