Hola a todos. Hace unas semanas me vi envuelto en un (bendito) entuerto que paso a relataros seguidamente. La verdad es que se trata de algo que no sé si alguna vez os habrá ocurrido en la misma medida, pero, en mi caso, es la primera vez que me sucede.
Como os decía, hace unas semanas me hice a la costa con la misma ilusión de todas las mañanas, esperando que el enésimo madrugón fuese debidamente premiado con un gran pez antes que el sol asomase por el horizonte, pero, por desgracia, no fue así... Para que luego nos vengan con la monserga de que "a quien madruga, Dios le ayuda". Según eso, los espinetes debemos ser las personas más desgraciadas del mundo ...
La jornada arrancaba con mal pie y, para más inri, las previsiones no se equivocaron lo más mínimo. Olas de entre dos y tres metros se estampaban continuamente contra la costa, dejando un margen nulo a quien no fuese preparado en consecuencia. Menos mal que el día anterior había echado mano de la artillería más heavy que guardo en mi arsenal, pues en caso contrario hubiera tenido que regresar, o bien jugarme el tipo. Y mira que me gusta la pesca con mar fuerte, pero aún le tengo demasiado apego a mi pellejo como para arriesgarlo en exceso.
Pues bien, tras haber estado investigando una esquina muy atractiva sin obtener resultado alguno, pasé a tantear lo que parecía la boca del lobo desde una posición muy alejada y elevada. ¿Y cómo se puede pescar en semejante contexto? Pues con el señuelo "boc" que el maestro Miguel Piñeiro menciona en su blog www.solorobalizas.com
, un auténtico proyectil que aúna en torno a sí las virtudes del chivo con las de la cucharilla ondulante pesada, y que tuvo a bien cederme en edición limitada el pasado año, momento en el cual le hicimos una fugaz, pero inolvidable visita.
En vista que el mar no daba tregua pese al transcurso de los minutos, hice mi primer disparo para indagar en tan peligroso remolino. Suavemente, fui bobinando para que el señuelo desplegase toda su acción, y tras haber recorrido éste unos 80 metros (¡¡¡¡¡!!!!!!) sin cosechar resultado, a apenas 5 metros de la orilla, la caña cobra vida y la carraca del veterano Stradic despierta con estrépito de su letargo.
"¡Yepaaaaaaaaa. Menudo susto!". Justo cuando iba a sacar el señuelo del agua, santo trallazo ... y santo maremoto que tengo delante. "Pues nada, hermosa, tú saca línea y dame tiempo para pensar por dónde te saco", pensaba para mis adentros. Por entonces, el oleaje sigue siendo terriblemente virulento y el pez se apoya en él continuamente para multiplicar por varias veces su peso y ofrecer una feroz resistencia, hasta que encuentro un descanso en mitad del maretón que me permite dirigirlo a una posición más propicia, en la cual poder echarle el lazo sin peligro.
Por unos momentos, y mientras asciendo veloz por el cantil con el pez en la mano y las olas lamiéndome los pies, lo miro de reojo, pensando en cómo es posible que haya vida en semejante batidora, pero rápido me olvido de ello. Tras desanzuelar, vuelta la burra al trigo. Repito la operación, y antes de sacar el señuelo del agua, ¡Zas!, aunque esta vez con mayor mesura, casi hasta tímida. Vuelvo a darle cuartelillo, y por no jugarme el tipo, pierdo un pez al que le echo un par de kilos.
Tras hacer bajar a todos los santos del calendario en apretada procesión y ganarme el fuego eterno con total certeza, lanzo por tercera vez. ¡Bang! Se repite la jugada, y esta vez, sin riesgo, el mar me deja cobrar la pieza. Bueno, parece que ya llueve menos ...
A estas alturas de la película ya estaba pensando "mira por dónde, voy a tener un bálamo delante", y mientras el letal boc vuela con el cuarto lance, me preparo para lo que pueda pasar, una vez americe. Vuelvo a pasar el volador por el mismo sitio y nuevamente, ¡Bum!, pero esta vez el mar no me deja maniobrar como quisiera y en el último momento pierdo otra igual que la que se me escapó.
"Jolín, leñe, cáspita, canastos, caracoles...". Con el mosqueo en pleno apogeo lanzo por quinta vez y esta vez la SurfLeader se arquea producto de una feroz arrancada, pese a que el carrete escupe línea con diligencia. Entre la potencia que el pez aplica y la que aportan el remolino y la resaca, otra vez me veo inmerso en una escena del año pasado, en la cual tuve oportunidad de pelearme con una vacaburra gallega que me venció ... y de la que aprendí una serie de cosas para lo sucesivo. "A mí me la vuelves a liar por los coj...".
"Almacenes San Mateo. Si no lo veo, no lo creo". Con tres peces de entidad en tierra, creo tener suficiente, y más con un mar tan infame. Pero estaba equivocado. Al sexto lance seguido, un ejemplar de unos 42 centímetros también interceptó el nado del engaño con unas consecuencias que pudieron resultar más que perniciosas para su salud de no haber pensado en la retirada. Por eso, y tras comprobar que ésta apenas padecería temporalmente un leve dolor de muelas, con un beso en todo el hocico le di las gracias por tan mágico e intenso momento que me habían regalado todas ellas, antes de volver con vida por donde había venido.
Con una sonrisa más amplia que el muñeco de "Risi" (el zampabollos que viene en algunas bolsas de "chuches"), arracimé el trío capturado en la cuerda antes de regresar a casa, pero la historia no acaba aquí. Por entonces, era la hora en que las madres dejaban a sus hijos en el bus camino del cole, y sí o sí tenía que pasar cerca de ellas. Jejejeje. Con el rabillo del ojo, y según caminaba próximo a tan peligrosos corros, veía cómo se hacía el silencio entre ellas (mira que es difícil), al tiempo que sus cabezas se giraban siguiendo mi caminar ... al contrario que sus vástagos, que, como ya sabéis a estas tempranas edades, no se cortan lo más mínimo. Pues, ale, a aguantar a unos y a otras. Señor, dame paciencia.... ¡Pero ya!
En definitiva, una mañana digna de recordar, no tanto por el tamaño de las capturas, sino porque todas ellas entraron seguidas, cosa que no suele ocurrir precisamente muy a menudo. Pero bueno, tampoco está de más que el mar premie de vez en cuando los esfuerzos que ponemos en escena, que no son precisamente pocos, ¿verdad?
Hasta la próxima, paseantes.
Texto y fotos..L.Carlos Prieto y M.Piñeiro.
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