Querido Maxi:
Echamos la vista atrás y parece mentira, pero el caso es que ya han pasado cuatro años desde que una ola cabrona te llevó lejos de nosotros.
Sin embargo, y pese al tiempo transcurrido, tu presencia se mantiene viva, pues no has dejado de aparecer en nuestras conversaciones, en la cuales a menudo recordamos cómo tratabas o pensabas acerca de tal o cual cosa. Es extraño, pero cuando entras en escena, siempre aparece una sonrisa que termina por contagiarse a todos. Ya quisieran muchos marcharse de este mundo dejando semejante poso.
Cuatro años es poco tiempo... y a la vez mucho. Desde entonces, han seguido cayendo pescadores que seguro han ido hasta donde te encuentras. Ojalá les hayas pegado mil voces por el absurdo modo en que se fueron, dejando abandonados y estupefactos a sus más allegados, los cuales, al igual que nosotros en su día, han tenido que encajar la inesperada pérdida así, sin anestesia.
Allá donde estés, querido Maxi, te mandamos un inmenso abrazo y te recordamos en el cuarto aniversario de tu fallecimiento, al tiempo que tragamos saliva y hacemos un serio esfuerzo para impedir que las lágrimas asomen mientras escribimos estas líneas. Puede que te suene a ñoño, pero es la verdad. También te agradecemos que sigas cuidando de nosotros a lo largo de cada jornada, sobre todo cuando nos apartas del peligro con tus inmensas manos, pues sabes mejor que nadie que aún tiene que pasar bastante tiempo hasta que podamos volvernos a juntar y charlar largo y tendido acerca de nudos, líneas, o de lo que se tercie.
De tus colegas Fermín y L. Carlos, quienes tuvimos el placer de conocerte en vida. Hasta la próxima, paseante.
Texto L.Carlos Prieto.
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