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jueves, 5 de noviembre de 2009

UN PASEO POR EL CIELO



Estimado compañero de madrugones:

Tal y como convenimos en su momento, paso a hacerte un resumen de mis peripecias por tierras gallegas, región a la que me he desplazado en fechas recientes, a fin de eludir por un tiempo el tráfago que a todos, en mayor o menor medida, acogota nuestras vidas. Supongo que te preguntarás qué tal lo he pasado esos días, y si he tenido la suerte de poder disfrutar de cuanto ofertan tan maravillosos pagos, y el caso es que, a decir verdad, así ha sido, al punto que todavía me relamo y suspiro en cuanto cierro los ojos y echo un poco la vista atrás.

Mi llegada a Galicia tuvo lugar un viernes a media tarde, siendo el punto de partida de toda esta historia el aeropuerto de la preciosa ciudad de Santiago de Compostela, enclave en el cual me estaba aguardando mi aterrizaje José Luis Lago, pluma insigne de la publicación de pesca “Pescamar”, y con el que había quedado en jornadas anteriores para charlar de diversos temas al calor de un café, pero siempre con la pesca como trasfondo de la conversación. Y ni que decir tiene que, cuando se está en buena compañía, el reloj corre que se las pela, como fue en el presente caso; de este modo, pasaron las horas hasta que llegó el momento de decirnos “hasta luego”, pero con la intención mutua de, a ser posible, volver a vernos a no mucho tardar.

Tras la despedida, tocó coger el “caballo de hierro” y emprender camino hacia Coruña, lugar donde me esperaba Felipe, otro apreciado compañero que, en cambio, es capaz de llevar la chaladura de la pesca más allá de lo puramente lúdico. Como prueba de ello, baste señalar que ocupa un cargo directivo en el organigrama del señero club de pesca Salmo, el cual se encuentra –pese a contar ya con más de 60 años de andadura– en fase de expansión. Vivir para ver. Ahora bien, cuando finaliza una larga jornada de trabajo, lo mejor es no liarse con nimiedades ni perder el tiempo revisando equipos que, se supone, están a la orden del día, sino sentar las bases para relajarse como mandan los cánones, aspecto que ambos aplicamos de modo estricto y hasta sus últimas consecuencias por diversos antros y tugurios de variable ralea de la ciudad de María Pita. Eso sí, menos mal que fuimos a tomar sólo “dos cervezas”, que si llegan a ser “cuatro”... (Santa Madonna la que todos los días te aguarda en casa, compadre, así que cuídala).

El sábado, tras un despertar un tanto “atípico”, pusimos proa hacia un lugar próximo a Ferrol, donde nos aguardaba Chechu, otro pescador que fechas atrás se ofreció a llevarnos de pesca por sus cotos.

No obstante, el programa “windgurú” daba para esta fecha unas predicciones de oleaje ciertamente malas, pero, aún así, este singular “trío lalalá” decidió confirmar in situ este aspecto desde un puesto elevado. Y tan elevado: desde nada menos que 600 metros de caída (el 2º acantilado más grande de Europa) podíamos contemplar una amplia franja de costa que poder atacar..

aunque lo cierto es que el problema no fue que el “gurú” fallara en la anterior previsión, sino que no revelara el huracán que asolaba la zona y que era capaz de llevarnos en volandas como si fuésemos alumnos aventajados de Mary Poppins. Vamos, que era una de esas mañanas de PM... De PM para quedarse en la cama, evidentemente... Nuestro gozo en un pozo, así que nos tocó buscar un sitio resguardado que al final apareció bien entrada la mañana, a fin de intentar sorprender a la lubina con señuelo. Eso sí, a esas horas poco podíamos hacer, y más en condiciones de sol y aguas claras, como al final así fue.

Posteriormente, y tras ver el arsenal que tenía el pescador que nos llevó de excursión, regresamos a Coruña a descansar un rato, pues, no en vano, apenas llevábamos un par de horas de descanso y el cuerpo y la sesera comenzaban a acusar el esfuerzo. Ni que decir tiene que ambos, antes que comer cualquier cosa, nos echamos en plancha sobre el sillón a dormir una siesta de 3 horas (de esas de pijama, orinal, vaso de agua y persiana bajada) que nos vino de perlas.

Pero la jornada aún no había acabado. Antes que finalizara el día volvimos a la carga, pero esta vez para pescar a surfcasting desde la playa de Sabón, enclave donde coincidimos con Miguel Seoane, otro enfermo de la pesca. Hijo, ya no me acordaba de la paliza que entraña pescar desde la arena, siempre tirando de riñón, encarnando, metiéndose en el agua hasta la cintura... y encima con una helada de mil demonios. Pues bien, la noche de pesca se alargó hasta las 4 de la mañana, y todo gracias a que los peces se mostraron activos;










lubinas, sargos, peces planos y hasta una pintarroja se lanzaron a morder los cebos conforme ascendía la marea y nosotros reculábamos de posición. En definitiva, una auténtica “soba” que, al menos en esta ocasión, tuvo su justo premio.

El domingo, en cambio, fue para descansar. Menudo “trote” llevábamos los dos, así que tras dar una paliza a la cama y comer pausadamente, echamos un vistazo al equipo, engrasamos carretes (Felipe, a partir de ahora, cuando estés pescando con el Exage, tengas hambre y haya calor, puedes freir un huevo en él merced al líquido empleado para el engrase. En fin, tú ya me entiendes, moreno) y empatamos un puñado de anzuelos. Luego, esperamos el atardecer para intentar sorprender a algún pez por el área de Malpica,


pero lo único que conseguimos es perder algún señuelo y que el mar me bautizara generosamente. Y mira que tiramos de productos de la tierra (esto es, el chivo), pero se ve que no estaban por la labor de morder.



El lúnes fue de paseo. Tras ejercer de porteadores, ambos nos dirigimos hacia Vigo para pasar el día sin agobios, contemplando el paisaje, y tratando diversas cosas referentes a lo divino y lo humano, siempre en conversación constante como si fuéramos un par de cacatúas. Y, junto al puerto, nos pegamos un bien merecido homenaje que vino a llenar bien nuestras generosas andorgas, antes de visitar una tienda de pesca que conocía de cuando estuve la última vez de viaje por allá. Y lo cierto es que, si bien había cosas que tenían un precio elevado, en cambio nos topamos con unos cuantos carretes que contaban con un 40% de descuento sobre su precio inicial. Y nada de chicha y nabo, tronco: te hablo de Twin Power 4000 FA, Sustain, Stradic....y el demonio, como a veces hace con nosotros lo que quiere, nos tentó, pero nada consiguió... al menos por ahora, supongo.

De vuelta hacia Coruña, Felipe me acercó hasta el aeropuerto de Santiago para poder coger el avión que me retornara a la metrópoli, y allí ambos nos despedimos, creo que con una cierta sensación mutua de pena. Y luego, mientras caminaba por la pista camino del avión, comenzó a llover, echándose así el telón a una función digna de recordar en lo sucesivo.

Como habrás podido comprobar, querido compañero, han sido días sin desperdicio en los que he podido disfrutar como un chiquillo, aun cuando el viento nos impidiera pescar ciertas puestas y los peces no quisieran tomar el señuelo. Asimismo, te recuerdo que pronto volveré contigo a madrugar para intentar sorprender lubinorros por el castro, la ballena, cerdigo, lastrón o por donde nos dé el aire, así que esta vez no te me vayas a Burgos, que últimamente no sales de allí.

Mientras tanto, te mando un abrazo .... y sé bueno, ladrón.

Carlos


PD: Que conste que no se me olvidaba, pero no quisiera poner fin a esta carta sin antes hacer un especial recordatorio para Felipe García y Alba Suárez, y puede que te preguntes el porqué de ello.
Obviamente, ambos sabemos que, en esta vida, hemos de tratar con harta frecuencia con una legión de imbéciles, envidiosos, miserables, maleducados y bobos (los más peligrosos de esta angelical familia) que no hacen si no amargarnos la existencia, al punto incluso que algunos de ellos consiguen que nuestro espíritu se envilezca momentáneamente y que, en ocasiones, lo paguemos con quien menos lo merece. En cambio, otras veces tenemos la gran suerte de poder encontrarnos con personas que, a modo de oasis y mediante sus actos (que no palabras), nos hacen crecer por dentro, mitigan los daños y preocupaciones que arrastramos y facilitan nuestro discurrir por la tortuosa senda de la vida. Y este último caso es el de esta simpar pareja, con quien ya mantenía una enorme deuda de gratitud que, ahora, y mal que me pese, se ha visto multiplicada. Ojalá, querido amigo, que, como yo, también tengas la fortuna de poder disfrutar de personas de esta calidad con distintos nombres y apellidos, y de no ser así, espero que las encuentres lo antes posible, porque no sabes lo que te estás perdiendo.


Texto y fotos L.C.Prieto.

4 comentarios:

A.M.A dijo...

Caramba Carlos que capacidad léxico-semántica...
Pena que Eolo no fuese algo más benévolo.
Un abrazo y a ver si para próxima coincidimos.

Fermíntxo dijo...

Ya suelo decirle,si pescases igual que escribes....jajajaja!!!
S2

Carlos dijo...

Alvarín, espero que así sea. Ya sabes que te espero

Y al otro majadero, últimamente estás que lo tiras, ¿verdad, moreno?

salu2

Anónimo dijo...

Fué un placer acompañaros por mi tierra. Siento mucho que el tiempo no acompañara, aún así lo intentamos, pero......... (hay más días que chorizos).

Un abrazo, carlos, de chechu (necora) de ferrol Hasta la próxima, tío. (y gracias por el brico).

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