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jueves, 27 de febrero de 2014

EL BOTÓN DE LA VIDA..


Por más que digan lo contrario, la Naturaleza es sabia, y prueba de ello es la demostración de fuerza que ha hecho días atrás, poniendo en jaque a numerosas poblaciones del litoral peninsular. Mares arboladas a pie de orilla, lluvias que degeneran en monzón, y vientos huracanados que amenazan con llevarnos volando como a Mary Poppins mientras intentamos guarecernos de las precipitaciones con el paraguas, son los ingredientes que se han mezclado en numerosas y sucesivas tormentas, y que nos han obligado a estar durante meses con las orejas gachas.


La época en que nos encontramos es así, con más sombras que luces, pero al mismo tiempo es un periodo en el cual no pocas especies marinas se dan cita para la freza, entre ellas nuestras queridas lubinas, y sólo por ello se debiera establecer una veda tanto para pescadores profesionales como para deportivos, encaminada a asegurar su presencia en el futuro. Sin embargo, en vez de eso, muchos esperan ansiosos dicha llegada y las buscan con denuedo en su afán por dar la campanada, aunque luego tengan que venderlas a precio de risa, en una vuelta más de tuerca de la suicida dinámica del “pan para hoy, y hambre para mañana”. Eso sí, lo mejor de todo no queda ahí…

Desde mi humilde opinión, produce bochorno y vergüenza ajena ver que en los medios de comunicación generalistas se jaleen las felonías que comete el sector profesional de la pesca, precisamente el mismo que desconoce lo que es una veda o un cupo si no es bajo amenaza de severa crujida, y que luego quiere que las administraciones nos empitonen porque, a su entender, los deportivos somos los causantes del descenso en el balance de capturas. Un ejemplo de este deplorable comportamiento tuvimos oportunidad de contemplarlo hace apenas unos días, aprovechando que en aguas de la localidad vizcaína de Ondarroa se capturaron 100 toneladas de corvina. Pues bien, dicho evento fue recogido como una proeza por buena parte de la prensa, a la que sólo le quedó aplaudir con las orejas. Una de dos: o bien hay que cubrir minutos de televisión y espacios de papel, y que el espectáculo debe continuar, o es que la estupidez derivada de la ignorancia voluntaria se encuentra más extendida de lo que pensaba.
Mirando con perspectiva los temporales que nos han asolado, y en vista que a nadie parece importarle un bledo el estado de nuestros mares, a toro pasado casi se agradece que hayamos tenido que estar acuartelados durante tanto tiempo. De hecho, pareció que, por entonces, la Naturaleza se tomara anticipada venganza de perrerías como la anteriormente mencionada y decidiera presionar el “botón de la vida”, estableciendo así una suerte de veda obligatoria para que los peces pudieran desovar a sus anchas y sin interferencias. Ahora bien, como hemos podido ver, con sólo pulsar dicho interruptor se detiene cualquier atisbo de actividad humana y sólo queda ponerse la venda antes de la herida: las calles se vacían, los puertos y paseos quedan desiertos, las embarcaciones se amarran bien dentro de las rías, se apuntalan defensas para puertas, ventanas y locales, y las aseguradoras se echan a temblar por lo que se les puede venir encima. Es como, sin mediar palabra, nos dijera, “ya que no quieres por las buenas, pues nada, que sea por las malas…”.
Por esta vez, y con matices, “no hay mal que por bien no venga”, y esa es la lección que debiéramos extraer de los temporales todos los pescadores que no sabíamos qué hacer por no poder tirar la caña, y estábamos más que insoportables. Es más, incluso las plañideras portuarias que tanto se quejaban por no poder levantar el amarre, pueden
estar seguras que, gracias a que los elementos les han mantenido en tierra, muchos peces atiborrados hasta las trancas de huevas han escapado de caer en sus artes, pudiendo así descargar sus bodegas, lo cual mañana les garantizará la posibilidad de poder pescar, aun sin haber hecho méritos para merecerlo. La Naturaleza, por enésima vez, y pese a que nos haya mostrado su peor cara, nos ha vuelto a demostrar que es infinitamente más sabia que la raza humana.

Hasta la próxima paseantes.

Texto y fotos L.Carlos Prieto.

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